La enfermedad no sólo hizo estragos con mi cuerpo, tambien con mi cabeza. Mi entorno fue dinamitado, y el piso donde camino está lleno de minas. De pronto cualquier situación explota en discusiones.
Aun así algunos puntos se me han aclarado; callarme no debería de ser opción, pero es de suma importancia aprender a manejar los argumentos, evitar caer en provocaciones o dejarme enganchar en los argumentos de los demás. Dejar de ser indolente ante los ataques que recibo(a).
La enfermedad también me ha traído estrategias, aunque las secuelas me han dejado sin toda la energía, ni lucidez que necesito.
Estoy agotado, a veces quisiera morirme, pero mi instinto de supervivencia es fuerte y aquí sigo.
No se si la enfermedad algo curó o dañó más, pero siento un cambio profundo que aún no sé si es para bien o para mal. Espero descubrirlo cuando esté sano o antes. Curiosamente el daño al pulmón me obligo a desintoxicarme y a descubrir que algunas perdidas pudiera volverse oportunidades.
La convalecencia me estresa, te veo cargar con el estrés del trabajo, la casa, con todo y yo solo me siento un bulto enorme que estas cargando en tu espalda.
Tengo el corazón cansado, seguramente tu también.
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